El
Papa Francisco inició su pontificado el 19 de marzo del 2013 y en su primer
mensaje, luego de recibir el palio y el anillo del pescador, le dijo al mundo:
“Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio al prójimo”. Ojalá que
sus palabras hayan sido escuchadas por todos aquellos que, al ocupar cargos
públicos o jerarquías, se creen todopoderosos y que pueden hacer lo que les
venga en gana.
Sobre
todo, que su mensaje haya calado en los dirigentes de la Iglesia Católica. Lo
digo con mucha humildad, pero también con frenesí, porque no es posible que en
Huaral se pretenda destruir una hermosa obra. Aún por muy buenas razones o
altísimos ideales.
Se
trata del albergue para niños y adolescentes que, con gran esfuerzo de
tantísimas personas, y con fuerte inversión del erario público, se construyó en
un sector de la carretera a Huando, junto al colegio parroquial María Reyna.
Ocurre que va camino a ser transformado en un monasterio. Decenas de niños y
niñas perderán esa estancia al igual que algunos ancianos inermes. Y todo por
gracia del obispo de la Diócesis de Huacho, Antonio Santarsiero Rosas.
Si, se trata del mismo jefe que quiso plasmar
la transferencia de propiedad del citado centro educativo, pero se frustró por
oposición de los padres de familia.
Para
empezar este nuevo propósito envió unas monjas a Huaral, a ese albergue. Qué
bueno sería para que le hayan echado una mano al fallecido padre Pepe en su
infatigable y ferviente tarea de alimentar, educar, cuidar y proteger a niños
cuyos hogares tambalean al borde del desfiladero emocional y económico. ¡No! Monjas
No fueron enviadas para ayudar. Llegaron con una veintena de niñas traídas de
otros lados para que sean preparadas para las tareas religiosas. Un convento.
En eso se convertirá dicha posada.
EN EL CASO DEL
ALBERGUE, SANTARSIERO TIENE QUE OBSERVAR QUE PARA LA CONSECUCIÓN DE ESA OBRA
HUBO UN GIGANTESCO ESFUERZO DE MUCHAS PERSONAS
Todos empujaron el carro porque era una obra
de misericordia, de gran sentido social. Y porque el objetivo eran los niños
más pobres de nuestra ciudad. Nadie lo PUEDE quitar. Nadie lo DEBE quitar. Ojo,
no todo el terreno del albergue es propiedad de la parroquia. Un lote (la parte
de la entrada) fue adquirido por Pepe, don José Martínez, un hombre de
extraordinario corazón, un religioso de sensibilidad sin par.
Él
instauró el albergue en un local pequeño por la calle Ucayali. Luchó
intensamente para dotarle de lo necesario para alimentar y acoger a muchos
niños. Más tarde, él y la Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza,
Mosa Carvallo (y en su figura acudo como representación de gente cuyos nombres
tal vez olvido) lograron que el Gobierno Regional inserte en proyecto en su
presupuesto participativo. Fue en la época de Mufarech. Con Chui casi se manda
al olvido la ejecución, pero la insistencia del cura trajo frutos. Se construyó
la obra en el 2010 y la sonrisa se dibujó en los niños.
Hoy
el panorama es sombrío. Ya no dan posada a niños, solo a niñas. A los viejitos
los tienen descuidados. Hasta les han dicho que no deben hablar con las monjas,
sino lo mínimo necesario. El presupuesto, que se sostiene con ayuda de muchos
hombres y mujeres de bien, ya no alcanza porque el gastó aumentó por las
futuras novicias y no hay apoyo económico del obispado. Se gasta en manutención
de extraños. El gobierno regional ahora tiene que intervenir, pues esa obra se
construyó para dedicación exclusiva de nuestros niños, adolescentes y ancianos
desvalidos.
DIÓCESIS VA A
TRANSFERIR LA PROPIEDAD DEL ALBERGUE Y ESTÁN REALIZANDO LOS TRÁMITES ANTE LA
MUNICIPALIDAD DE HUARAL Y REGISTROS PÚBLICOS.
Cuando
Jesús vino al mundo fue la misericordia su mayor afán. Ayudó al ciego. Siendo
judío, puso como ejemplo de caridad al samaritano. Reprendió, inclusive, a sus
apóstoles cuando no dejaban que los niños se le acerquen. Fue todo bondad.
Nunca (lean la Biblia y verán que es así) dio siquiera una ligera o escasa
muestra de atracción por los bienes materiales. Hoy la Iglesia Católica, que se
dice es la más cercana a las enseñanzas de Cristo, se quiebra, se tambalea porque
sus pastores están más preocupados por asuntos terrenales. Algunos buscan la
riqueza del bolsillo antes que la riqueza del alma. Santarsiero, lamentable
decirlo, no sólo tiene el antecedente del María Reyna. En Huacho en el 2010
tuvo un caso similar en Peralvillo por la posesión de un terreno de 330 M2 (El
Chaski 26-05-2010) y se habla de otras perlas cuando fue Obispo Prelado de
Huari (Ancash).
Francisco
fue tajante en el inicio de su pontificado. Dijo que Cristo otorgó un poder a
San Pedro y a través de él a los pastores de la iglesia para que acojan “con
ternura y afecto a toda la humanidad, especialmente a los más pobres, los más
débiles, los más pequeños”. Si con su
ejemplo de sencillez y austeridad, y sus mensajes de amor al prójimo, el
jesuita quiere un renacer de la iglesia católica tendrá que ordenar también la
casa. Es decir, deberá instruir a los cardenales para que en sus jurisdicciones
impriman obras de caridad y, al mismo tiempo, renuncien a sus debilidades por
lo material. Oremos para que su mensaje irrigue los corazones de la tierra para
que nuestros niños –y por qué no nuestros ancianos– sigan recibiendo la ayuda necesaria para que
tengan un mejor mundo donde vivir.
Oremos también por Santarsiero para que modifique su actitud mental y siga
el ejemplo de Jesucristo.
(Arturo
Moreno Carrera)