jueves, 22 de enero de 2015

Cuando elegimos autoridades no preparadas .

CUZCO.Echarate es un pueblo pobre sentado en un banco de oro en la ceja de selva, a seis horas de viaje desde la Ciudad Imperial, Cusco. Es un territorio bendecido con inmensas reservas energéticas cuyo aprovechamiento, sin embargo, no ha servido para disminuir la pobreza.
Desde hace diez años el municipio distrital de Echarate recibe entre 200 y 900 millones de soles anuales como presupuesto, gracias al canon que genera la explotación del gas de Camisea, pero casi la mitad de sus 44 mil habitantes (48,1%) vive en la pobreza, los niños padecen de desnutrición y anemia, y la mayoría no cuenta con servicios de agua potable y desagüe. 
VIVIR EN LA POBREZA


Es un jueves cualquiera en Echarate. Bajo el caluroso clima de la selva cusqueña encontramos a Felipe Quispe Suma cuidando las plantaciones de papaya que cultiva en una chacra de una hectárea, alquilada a un tercero por mil soles anuales. Arrienda otras dos parcelas para la producción de plátano. La venta de la cosecha sirve para sostener a su esposa y sus dos hijos. 

Felipe se rompe el lomo de sol a sol para parar la olla que alimenta a su familia. Lo encontramos en plena faena de abonado de sus plantaciones de papaya en la alejada comunidad campesina de Pasñapacana (donde se esconde mujeres, en quechua). Lo ayudan dos adolescentes contratados, su esposa Isabel Quispe Quispe y su hijo mayor de nueve años Franklin. De lejos los observa la menor de la familia: Rosy, de dos añitos. La ardua jornada arranca a las cinco de la mañana y culmina cuando muere el día. Es una rutina diaria.

Plantó los árboles de papaya hace ochos meses. Ahora recién puede empezar a cosechar los frutos de su esfuerzo. Además de pagar por el..

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